¿Por qué el Atrio de los Gentiles?

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UNA NECESIDAD HOY

Para muchos, Dios se ha convertido realmente en el gran Desconocido. Pero como entonces tras las numerosas imágenes de los dioses estaba escondida y presente la pregunta acerca del Dios desconocido, también hoy la actual ausencia de Dios está tácitamente inquieta por la pregunta sobre Él. Quaerere Deum –buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto hoy no es menos necesario que en tiempos pasados. Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves. Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura (Benedicto XVI, Discurso al mundo de la cultura, en Collège des Bernardins, París 2008).

Hoy, el peligro del mundo occidental —por hablar sólo de éste— es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último (Benedicto XVI, Discurso no pronunciado para la Universidad La Sapienza, Roma 2008).

¿HOMBRE QUIÉN ERES?

“Relativismo”, “crisis de la verdad”, “hundimiento ético” son múltiples las expresiones que indican el malestar de la sociedad actual. Las crisis de la cultura se manifiestan en la ausencia de referencias, en un sentimiento de vacío. A menudo se le propone al hombre unos sustitutos que llevan sólo a una felicidad efímera. A veces parece que la sociedad no tiene ningún apoyo concreto, hasta el punto que muchos se refugian en el mundo virtual cuando una realidad sin profundidad no les ofrece satisfacción.

Frecuentemente las grandes interrogantes sobre el sentido de la vida y su valor no son ya el centro de la existencia humana. Es este deseo de verdad, de significado, lo que el Atrio de los Gentiles quisiera suscitar, como un paréntesis gratuito de diálogo y silencio en el espacio social. El hombre ha lanzado sus deseos y esta fuerza interna que lo empuja a buscar algo mejor no puede ser ignorada, antes bien debe ser considerada seriamente.

UNIDOS EN UN HUMANISMO HUMANIZANTE

La línea de demarcación del Atrio de los Gentiles ha cambiado. El apóstol Pablo de Tarso anunció que Cristo había venido para “derrumbar el muro que divide” hombres y creencias, judíos y gentiles, y a buscar la unidad de la estirpe humana.

Hoy el término “gentiles” es sobre todo una categoría “interna”. El límite no es más entre los que creen y no creen en Dios, sino entre aquellos que quieren defender al hombre y la vida, la humanidad del hombre, y aquellos que quieren sofocar al hombre en el utilitarismo material e, incluso, espiritual.

El confín no está entre quien reconoce el don de la cultura y de la historia, de la gracia y de la gratuidad, y quien basa todo sobre el culto de la eficiencia, sea exageradamente fundada en la ciencia o en una mal entendida religión.

El Atrio de los gentiles invita a compartir una sed común en una prospectiva universal, global, católica, es decir, la de la apertura al otro como dinamismo de la vida humana.

El valor del Atrio aparece ante todo por los rostros de quienes participan, de la identidad de aquellos que le dan vida, en el encuentro respetuoso, en el diálogo sincero y en la búsqueda apasionada.

Esta apertura al otro, siempre respetuosa, puede promover el mismo compromiso con respecto a la razón, con la idea de activar una dinámica creadora y fecunda.